El invierno es largo y mala época para hacer jabones: los aceites duros están...pues eso, duros como piedras, la traza parece que no llega nunca y cuando por fin llega, y una vez en el molde, este hay que abrigarlo, cuidarlo, darle mimos, arrumacos, ponerle radiadores, polainas, más mimos y yo que se que más inventos para que gelidifique correctamente. Después está el tema del secado que os puedo asegurar que estas latitudes en las que yo me encuentro puede llegar a desesperar al más paciente, humedad y frío. ¡Que sublime combinación para el jaboneo!
Este año además parece que los temporales, las ciclogénesis explosivas, el viento, el frío, la lluvia, el orballo, chirimiri, calabobos (o como quieras llamarlo) y demás fenómenos atmosféricos se han confabulado para no darnos tregua..
Es por esto que en el tema de los jabones a mi me gusta ser un poco hormiga, lirón careto u oso pardo, si preguntáis en casa os dirán que este último es el que me es más afín morfológicamente hablando, y currarme durante el veranito las provisiones de todo el año pero ¿y si calcule mal?¿y si se me fue la mano con tanta romería, verbena, playita y tumbona que no llené suficientemente mi despensa jabonil?
Ufff que angustia me está entrando...
Por todas estas razones y aprovechando un pequeño margen que hoy parece nos ha brindado el día he decidido llevarme a mis chicos a dar un paseo con la intención de por lo menos hacerles unas fotos de familia y así poder recordarlos cuando al fin se hayan ido.
Y aquí tenéis el resultado, espero que os guste.
Como podéis ver, en las fotos hay una pequeña selección de jabones. Lo que no podéis ver y no os voy a contar. No por nada, pero no creo que despierte vuestro interes, es que me perdí con el coche de la que iba, que me bajé del mismo con el pie izquierdo (aunque ahora que lo pienso eso es de lo más normal a no ser que conduzcas en Inglaterra), que debido a ese tentar a la suerte del reglamento de tráfico no había dado tres pasos cuando me sumergí hasta casi la rodilla en un gélido y perfectamente camuflado charco. Que nada más llegar por fin al lugar escogido e intentar colocar los jabones, debido al viento huracanado que soplaba, se me voló la bolsita donde los llevaba. Y mucho menos os contaré que una malvada y traicionera nube, no sale en las fotos porque me ataco por la espalda, de repente descargó sobre mi, mi equipo fotográfico y mis modelos jaboniles, toda su furía contenida en forma de torrencial lluvia y frío e inmisericorde granizo.
Tampoco os voy a contar como me vi obligado a recoger a toda velocidad y emprender la huida, ni que al no tener donde guardarlos no tuve más remedio que meter los jabones, totalmente mojados, en el bolsillo de mi chaqueta.
Y ni por asomo os contaré, ni intentaré describir la cara del empleado de la gasolinera, en la que me vi forzado a parar de vuelta a casa, cuando le solté el único billete que llevaba encima y que, casualmente, estaba en el mismo bolsillo que los jabones...
Inserto localización en Google Maps por si os interesa pegarle un vistazo al lugar donde están realizadas las fotos. ¡Costa Artabra en estado puro!
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